viernes, 26 de septiembre de 2008

UN PAÍS, MI PAÍS

Un país, mi país

Erase un país tan diminuto, tan diminuto, como diminutos eran sus habitantes. Su extensión, aunque usted no lo crea, no superaba las dimensiones de lo que podría cubrir un pañuelo. Incluía dentro de su territorio, no obstante, hermosas montañas, valles, ríos, ciudades, etc. viviendo sus habitantes épocas de auge y depresiones, cual si fueran copias de lo que ocurre en el resto del mundo.
No obstante, eran notorias ciertas cosas, muchas interesantes y otras que pueden pasar por insignificantes. Es pues de resaltar que sus habitantes estaban divididos en dos clases: los que pensaban y los que no pensaban. Entre los primeros, lógicamente estaban ubicados todos quienes estaban dotados de alguna imaginación y su cerebro a veces funcionaba permitiendo hacer sus tareas con menos dificultad que las del resto. Los demás habitantes, mientras más se esforzaban, de su cabeza solamente salían pelos, no pensamientos, y, en ciertos casos, unas deformidades extrañas.
En este país, por supuesto que todos tenían que pensar. Esta era la principal función de todos. Era pues obligado pensar en cómo obtener las cosas necesarias de la vida y no trabajar demasiado, ya que primero, no había tanto trabajo y, segundo, para eso estaban los que no pensaban.
Los primeros eran los que habían podido instalar fábricas, poseían haciendas, almacenes, barcos, vehículos, riquezas diversas, hasta los mares. Ellos generaban los principales servicios, como luz eléctrica, agua potable, teléfonos, etc. que prestaban a los segundos a cambio de una especie de moneda, inventada por ellos, tal como pasa en los demás países de la tierra, como una forma de hacerles creer que había un intercambio de bienes y que, en definitiva, les permitía acrecentar sus pertenencias, manteniendo a los no pensantes en la misma situación, toda la vida. Esto es, sin conocer sus derechos, ni poder satisfacer sus necesidades
A veces, en este país, hasta se hacían elecciones destinadas a encontrar, “democráticamente”, a sus gobernantes, pero no era más que una forma de hacer creer a los no pensantes que algún día iban ellos a participar, en forma abierta, pero según muestran las estadísticas oficiales de este país, eso no era probable ni alcanzable. Además, qué podrían hacer estos no pensantes, si no tenían experiencia, ni poseían fábricas, haciendas, ni nada.?.
Visto desde arriba, era de morirse de la risa el ver a sus habitantes esforzarse en parecerse a lo que se conocía afuera. Cada uno (de los pensantes) se creía apto, más capacitado que cualquier rey de la tierra o el Papa, poniéndose en cola para gobernar su pequeño mundo de juguete; muchos se creían inimitables sabios, cuyos consejos merecían los tesoros de todas la bóvedas del mundo; las mujeres se creían dignas de ser adoradas como diosas, mejor que la diosa Venus o Afrodita, mucho más perfectas que las candidatas a Miss Universo.
Este país, no tenía rivales, ya que simplemente no habían. Pero, no les he contado todavía, como eran sus gentes.
Según las leyendas que transmiten algunos viajeros y que lograron entender su idioma y entender su idiosincrasia y ver, entiendo bajo potentes microscopios, todos estos eran deformados por la persistencia de ciertas actitudes: los pensadores, por ser tan pensadores, desarrollaron defectos que se transmitían de generación en generación y que pretendían perdurarse por los siglos de los siglos hasta los confines de los tiempos: unos eran de grandes cabezas achatadas hacia el lado izquierdo, otros hacia la derecha, otros hacia el centro, de forma que parecían, más o menos ajíes, o moras, o peras, zapallos o cualquier otra cosa parecida, siendo panzuditos o flacos como los dibujos animados que pasan los canales de TV.
Los no pensadores no tenían mucha cabeza, pues de poco les servía, bastándoles con que de su cuerpo brote una espinita para hacerse notar como seres humanos que eran, pues poco les importaba la situación de su país, ni su pasado ni su presente ni su futuro. Sin embargo, cuando se trataba de los gloriosos partidos de fútbol de un solo pié, no había ojo humano que se pierda las famosas gestas de sus representantes, pues sus noticieros sólo tenían interés general cuando referían lo sucedido en sus pequeñísimos estadios, además, que nunca conocían de otro tipo de noticias.
Había, por no faltar a la verdad, algunas actividades de menor trascendencia o importancia, que eran preferidas por unos o por otros. Siempre llamó la atención que a nadie le perturbara ni la mínima inquietud por conocer las letras y artes; no había libros ni para imaginarse en como eran en realidad y si algo parecido asomaba, sus gobernantes apuntaban sus cañones hacia los infelices que querían abrirlos o ponían trampas mortales a los que se acercaban a ellos (por referencias se conoce, algunos de los que tanto, tanto, pensaban y pensaban, habían impreso sus ideas en una especie de libros).
Este paisillo era para reírse, como dijimos anteriormente, ya que era lleno de contradicciones: unos habrían acequias para llevar agua de uno a otro lado y otros las ampliaban y hacían avenidas para que troten los futbolistas de un solo pie; unos se encargaban de llevar agua a los sembríos y otros de regresarla hasta el río para que este sea navegable; unos se dedicaban a la pesca y otros en tomar los pescados y volverlos al mar acusándolos por daños a la naturaleza; unos intentaban hacer producir sus campos y otros en aplanarlos y nivelarlos formando canchas de fútbol; y así hasta el infinito, hasta el cansancio, cosa que jamás parecía suceder porque siempre era lo mismo.
Sus gobernante ofrecían dar pan, pero todo el pan ellos mismos se lo comían; ofrecían engrandecer sus fronteras y terminaban por encerrarse en linderos cada vez más pequeños; ofrecían leyes transformadoras y milagrosas y terminaban siempre haciendo lo mismo que sus antecesores, leyes que favorecían sólo a unos pocos en desventaja de la generalidad; ofrecían no tomar los recursos del Estado y administrar la economía con probidad y respeto, pero, lo primero que hacían era administrar sus empresas con los recursos del estado, con ambición y desparpajo, parecido a los hechos y hazañas del muy recordado y poco apreciado gobierno de Bucaram; incluso, se conoce que uno de sus gobernantes, resolvió que para sacar a su país de la crisis, era conveniente y necesario cerrar todos los bancos y utilizar su dinero para pagar la deuda de sus empresas y las de sus amigos que tanto, tanto, pensaban, quitando al resto de habitantes la totalidad de recursos que años y años demoraron para juntar haciendo pequeñas economías para destinarlo a su sustento y el de sus familias.
La historia nos cuenta, según refieren los mencionados visitantes, que este país, sigue siendo un país tan diminuto, tan diminuto, como diminutos eran sus habitantes, pese a que tenían riquezas abundantes, pródigos suelos, ríos navegables, montañas de finísimas maderas, minas de oro negro y amarillo jamás imaginadas. Los que tanto y tanto pensaban continúan siendo los que gobiernan y tienen las fábricas, las haciendas, los almacenes; venden la luz, el agua, alquilan los teléfonos. Los que nunca piensan siguen igual con su cabeza de espina y sin interesarles nada más que su fútbol de un solo pié, único en el mundo, con la única esperanza que algún día puedan jugar fútbol con ambos pies.

MUCHO MUCHO TIEMPO DESPUES....
Después de muchos, muchos años, según nos relatan algunos viajeros que anduvieron por esos lares, para suerte de mantener encendida la llama de nuestra historia, en el país que relatamos, aún se observan acontecimientos dignos de nuestra más grande atención, eventos de extremo interés que podrían ser registrados como extrañezas propias de la humana condición.
Valiéndose de cuanto procedimiento científico moderno se conoce, los encumbrados cerebros han podido estimar que desde los tiempos en que se narraron los anteriores sucesos han transcurrido poco más o poco menos de 2.520 años contados a partir de la última fecha que se tiene recuerdo. No obstante, hemos vuelto a posar nuestra mirada en este encantador país, el mismo aquel de los simpáticos habitantes para los que solo a pocos salían los pensamientos, mientras que a la gran mayoría de tanto pensar se deformaba su cabeza convirtiéndoles en una especie de gente parecida a peras, ajíes, tomates de riñón, zapallos, etc. etc. y que eran tan pero tan adictos al fútbol que no había nada en el mundo de mayor trascendencia que este deporte, aunque únicamente jugaban con un solo pie.
Sin intentar cansarlos con estos lugares comunes,


Colorín Colorado,
Este Paisillo Está Acabado

Quito, marzo15 de 1999

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