viernes, 19 de septiembre de 2008

El Cóndor

EL CÓNDOR*

Cuando se encontraba en el nido, junto a sus hermanos, los otros polluelos, esperando el retorno de su madre que, a más del abrigo cariñoso que les brindaba, les traía rica y sustanciosa comida; el pequeño cóndor, mirando desde lo alto del peñasco, se imaginaba, a sí mismo, rompiendo el azul del firmamento como lo hace su padre, todopoderoso emperador del cielo y las montañas, batiendo sus enormes alas contra el viento, al que muy fácilmente dominaba, dedicándose a inspeccionar sus dominios con la poderosa visión de la que estaba provisto.
Soñaba, por lo mismo, en que pronto será mayor y tendrá sus propias alas que le impulsarán hasta los confines del espacio en búsqueda de gloria, podrá realizar todas sus ambiciones a voluntad, sin que nadie pueda, ni siquiera taparle la luz del sol, ya que será el único en llegar a esas alturas.
Esta era la voluntad del niño cóndor. Voluntad que día a día era realimentada creando nuevos deseos de ser siempre el primero entre sus hermanos. Por eso, él era quien se adelantaba al encuentro de su madre y estirando su cuello lograba captar la mayor proporción de la comida; era quién se impulsaba con mayor deseo que los demás procurando empinarse sobre el nido en una demostración de valor, de fuerza, de querer volar, de querer ser como su padre.
Guiado de este fervoroso anhelo, se entretenía aguzando su mirada en pos de divisar sobre el horizonte, allá en el espacio infinito, la presencia paterna. Muchas veces lo había visto que estiradas sus poderosas alas, inmóviles, cruzaba el firmamento como desafiando a las fuerzas de la naturaleza, hasta que llegaba donde le esperaba la familia posándose sobre un árbol o una roca cercanos, sin flaquear por ninguna razón ni dejar su porte, siempre erguido, porte de emperador de las alturas.
¿Cómo no querer ser como su padre? Si era grande, fuerte, audaz y valiente. Subía hacia el infinito hasta encontrarse con el mismo sol. Iba de cima en cima imponiendo y dibujando en el espacio su figura; con ella, desde las elevadas crestas de las montañas mostraba su enorme sombra, dibujando sobre los valles sus rasgos de cóndor. Y, desde ellas, con un zumbido ensordecedor, cortaba el aire en un descenso más veloz que el rayo hasta tomar entre sus garras las mejores presas para un festín de sus polluelos.

A VOLAR
Pasaron los días, y el pequeño cóndor fue vistiéndose de un hermoso traje de vistoso plumaje, más elegante que el de cualquier otro. Su brillo y textura eran envidiados por otras aves, contrastando alegremente su gargantilla blanca con el negro brillante del resto del cuerpo. Su cuello empezó a tensarse cubriendo su piel de un color rojo intenso, mientras que su cuerpo había alcanzado un porte elevado, algo estirado, aunque le faltaba todavía la madurez a la que normalmente llegan los cóndores.
Fue entonces llegado el momento de iniciar la vida independiente. Aprendió a volar, casi sin hacer esfuerzo, puesto que había estado aprendiendo y practicando desde que nació.
Los imaginados placeres se hicieron realidad. ¡Qué sensaciones!. Volar y remontarse hasta los confines del espacio; hasta donde el cuerpo perdía su peso, su sensibilidad y la tierra se divisaba casi totalmente convertida en una gran esfera de hermosos colores, donde resaltaban, especialmente, combinaciones de verde, azul y blanco.
Imitaba en el aire las piruetas que su padre hacía, tratando de perfeccionarlas, cada vez con mayor interés, hasta sentirse dueño absoluto de su libertad y del mundo. No había roca a la que no quiera superarla. Las nubes eran caprichos insignificantes que le retaban a jugar con ellas. Quería recogerlas a todas de una sola de sus garras.
Su diversión y entretenimiento era, desde entonces, el cielo azul, infinito, inmenso. Inicialmente salía por las mañanas y retornaba al nido por las tardes a buscar a sus padres, su nido y reponerse con algún bocado. Pero, pasados los días y aprendiendo a cazar algunas presas, sus vuelos fueron cada vez más largos, llegando, para su sorpresa, hasta las cercanías de pueblos y ciudades, donde conoció, desde las alturas, lo que era el hombre y la civilización.

ENCUENTRO CON EL HOMBRE
Tal era su afán de conocimiento y aventura, por hurgar lo desconocido, que nunca estuvo satisfecho con solo observar todo lo que existe sobre la tierra.
Cuando pequeñitos, él con sus hermanos, recibieron diversos consejos de su padre. Cómo volar; cómo cazar y qué presas preferir; cómo dominar al viento; etc., pero sobre todo, y de manera especial, la prohibición de acercarse al hombre.
Cuando llegó a las ciudades, se sintió notoriamente atraído por su color, su movimiento, sus formas. ¿Cómo será el hombre que tanto respeto y temor inspiraba a su padre?.
En su ser estaba, por sobre sus fuerzas, la necesidad de saber nuevas cosas; entender ciertas razones; explicarse del por qué de las cosas.
Y quiso saber más acerca del hombre. Sin mediar el peligro se aventuró a conocerlo.
En las cercanías de la gran ciudad reconoció al hombre. ¿Cómo puede un ser tan pequeño, indefenso, sin alas, sin garras, ser tan poderoso?. Se dijo.
Mientras comprendía las vivencias de la ciudad, conoció al hombre, a la mujer, sus construcciones, el flujo vehicular que se parecía a los ríos que desde lo alto observaba, aunque de muchos colores y que, además, iban a todos lados y ninguna parte a la vez.
Miró como se elevaban los aviones y otros artefactos. Que los edificios que constituían sus moradas se elevaban tan alto que casi sobrepasaban a las nubes. Como se movían por el mar muchos barcos pequeños y grandes, algunos parecidos a pequeñas islas. Y fue dándose cuenta que el poderío del hombre es muy grande.
Pensó entonces. ¿Donde reside la fuerza del hombre? no está en sus alas o en sus garras. ¿Dónde está su fuerza?.
Mientras intentaba descifrar sus innumerables pensamientos, no se fijó en el espacio que recorría y su mala suerte hizo que se estrellara en los cables de alta tensión eléctrica que cruzaban por la parte alta de un edificio. El príncipe de los aires, fue arrojado a tierra con fuerza insospechada, quedando inconsciente, destrozadas sus alas y arruinado su hermoso plumaje.

LA FUERZA DEL DESTINO
En estado de inconsciencia, el joven cóndor, no parecía tener ningún rasgo de vida. Tirado en un espacio vacío, entre dos calzadas, inerte, lastimado.
Al pasar los recolectores de basura, encontraron un cóndor muerto, al que junto a otros desperdicios le llevaron hasta el centro de procesamiento de basura, arrojándole en las proximidades de un pequeño arbusto.
De súbito empezó a sentir un fuerte dolor que le apretaba todo su cuerpo. Su cabeza le dolía tremendamente y daba vueltas a mucha velocidad, causándole un incontenible mareo. Quiso elevarse y sus extremidades inferiores fallaron haciéndole rodar por el suelo, y, al intentar estirar sus alas, sintió que estas no respondían, acrecentando su dolor.
El dolor que sentía era cada vez mayor, tanto por que iba recuperando sus sensaciones como por darse cuenta de su incapacidad para caminar o volver a encumbrarse por el azul del cielo.
Si supiera como llorar, el joven cóndor se hubiera deshecho en lágrimas. ¿Qué hacer?.
De manera inconsciente, el joven cóndor intentó superarse y buscar una solución. A pesar del dolor intenso que sufría, entre varias caídas y levantadas, alcanzó a refugiarse a la sombra del arbusto vecino, lo que aplacó en algo la intensidad de su terrible ansiedad, sed y dolor.
Bajo este techo temporal, sus horas pasaron entre estados de angustia, dolor e inconsciencia en la que era sumido, esta vez por la intensa la fiebre que comenzó a atacarle. Por la noche no tuvo calma, a pesar de una tenue llovizna que arreció sobre la ciudad y que refrescó la calentura del joven cóndor.
Su imposibilidad de movimiento le tuvo aprisionado por espacio de varios días, en los que la sed y necesidad de alimento le empezaron a atormentarle. Hubiera dejado de existir si no fuera que, por casualidad, al paso de un vehículo, fue dejado caer un pedazo de pan, el mismo que rodando fue a dar cerca del cóndor lastimado. Sacándole fuerzas a su enfermedad, por un instinto extraño, lo asimiló con alimento y logró tomarlo. Nunca había probado un bocado parecido, pero anta la falta de su comida, trató de ingerirlo, pudiendo hacerlo por estar algo remojado con el agua de lluvia. Esto le reanimó sus fuerzas y pudo soportar las horas siguientes.
Pasados varios días empezó a sentirse mejor, desapareciendo su fiebre y la intensidad del dolor. Ahora podía moverse con dificultad, aunque no pudo ni pararse, peor volar. Una de sus patas y las dos alas estaban rotas por lo que su sensación de incapacidad le causó una terrible depresión y angustia.
Debilitado enormemente por la falta de alimento y agua, el joven cóndor pasó días de sufrimiento, aunque, por milagro, se mantenía con vida.

DE REY A MENDIGO
Vuelto plenamente en su conciencia, descubrió que su incapacidad de movimiento le encadenaba al lugar en el que el destino le arrojó inclemente, debiendo permanecer en él a costa de su dolor y limitaciones. Así aprendió que en ese lugar, aparte de otras cosas, aparte de feo y maloliente, es posible encontrar sosiego y acomodo, algún alimento y espacio para sobrellevar su vía crucis.
Descubrió que entre montañas de basura, raspando y buscando, se podía obtener algún alimento que el hombre desechaba, y que entre hierros oxidados, pedazos de maderas y otros desperdicios, podía tener un nido tanto o más cómodo que aquel en que vio sus primeras luces, aunque imposible de sustituirlo.
En este lugar, disputando contra los perros, gatos y otras aves de rapiña, así como los menesterosos que se hacían presentes en pos de alguna sobra aprovechable, el joven cóndor se transformó en su residente obligado.
Ora lograba un pedazo de carne, ora unas sobras de pan, ora algunas migajas de golosinas, pero siempre existía alimento para todos los asiduos comensales que hurgaban el basurero.
Patojeando, colgadas y arrastrando sus rotas alas, fueron pasando los días. Al clarear el alba, su espíritu se estremecía recordando esas altas cumbres que muy temprano visitaba, esa blancura de los primeros rayos del sol que rompiendo la gasa de las nubes iban pintando de maravillosos colores, primero las cumbres, y luego todo el vasto suelo del que fue su dueño absoluto. Añoraba elevarse con cada brisa. Romper la paz del silencio con el silbar de sus plumas al viento. Desobedecer a la gravedad y planear por sobre los campos oteando a la distancia en busca de sus presas de caza.
Abría sus alas y apenas lograba que sus adoloridos huesos, con un sonido sordo, le causaran agudos dolores, sin alcanzar su propósito.

VIVIR CON LA MISERIA
Aquellos dolores insoportables habían desaparecido, sin embargo, la posibilidad de ser el “rey de los Andes” también. Para resistir el paso del tiempo y soportarlo mejor había adoptado una postura de encogimiento en la que pasaba la mayor parte del tiempo, asimilándose más bien a los gallinazos, y tratando de moverse lo menos posible. Casi siempre arrastraba desigualmente sus alas, por lo que el hermoso plumaje de otrora había desaparecido y en su lugar portaba un plumaje descolorido, desgastado y siempre lleno de suciedad.
Transcurría la mayor parte del tiempo, manteniéndose en esa posición y apenas moviéndose hasta encontrar algún alimento que recogía de aquel basurero.
Quienes lo veían, a veces sentían conmiseración de su vida, en otras, lo rechazaban por temor a recibir algún daño, siendo entonces repudiado.
A lo largo del tiempo sus heridas fueron restableciéndose, sus huesos, gracias a la inmovilidad en que permanecía, se juntaron y, aunque con pequeños defectos, estaba sano y en condiciones de rehacer su vida.
Pero, “la costumbre hace ley”, siguió llevando su vida ligado a aquel lugar y actuando de la forma que le había sido propicia para defenderse de los elementos de la naturaleza y sobrevivir, aunque bregando y luchando con otros habitantes del basurero para obtener un poco de comida, soportando la fealdad y pestilencia del lugar, que ya le era familiar.

LO QUE PRODUCE UN TERREMOTO
Vino a trastornar su modo de vida un hecho repentino. El hombre había decidido suprimir aquel basurero con el propósito de construir en aquel terreno uno de sus edificios. Vinieron los obreros con grandes camiones y asearon el lugar, dejando en un rincón solamente un montón de escombros entremezclados con cartones y maderas viejas.
La desgracia cayó sobre el cóndor que se sintió muy infeliz por no saber qué hacer ante esta situación. Tuvo que refugiarse entre los desperdicios amontonados, donde se mantuvo algunos días, pasando mucha hambre y sed, puesto que desapareció la fuente donde se proveía de alimento.
Uno de estos días, apareció una cuadrilla de trabajadores y sin fijarse mayormente en la necesidad ajena sino el fin inmediato del propietario del terreno, y, sin mediar en la presencia del cóndor, procedieron a incinerar lo que restaba del basurero.
Las llamas abrasaron de inmediato los materiales secos que ahí se encontraban, produciendo un terrible sofocamiento que por poco causa la muerte del cóndor. Fue cuando tuvo un nuevo impulso en su vida y haciendo un enorme esfuerzo, de entre las enormes llamas, batió sus alas y se alzó por el aire, nuevamente, causando una gran sorpresa de los trabajadores que no comprendían lo sucedido y del porqué un cóndor se encontraba en aquellos basurales.

OTRA VEZ EL CIELO
Con la fuerza del susto, no se dio entera cuenta de lo ocurrido ni de cómo había logrado remontar las llamas que amenazaban abrasarlo enteramente. Mientras se elevaba, aún con cierta dificultad, empezó a escuchar nuevamente el zumbido del viento, a sentir el romper del aire con sus alas, la luminosidad del claro cielo que inundaba con plenitud su espíritu.
Reaparecieron en su mente los recuerdo de su infancia, la figura paterna que a la distancia rompía el horizonte y poderoso cruzaba el firmamento llevando a sus polluelos una nueva presa, todos los días. Cómo su madre les cubría con su cuerpo dándoles calor y vida.
Decidió saborear su nuevo estado. Se elevó y elevó hasta las más insospechadas alturas desde donde contempló la extensa tierra, alcanzando su vista hasta al verde azuloso del imponente océano. Desde allí, las más elevadas montañas parecían pequeños cúmulos blanqueadas sus cimas, mientras que los grandes ríos eran cintas de encaje que adornaban el verdor de las campiñas. Que hermosa vista. Que agradables sensaciones.
Disfrutando de su verdadero ser, pasó mucho tiempo. Mucho tiempo. Hasta que ungido por el hambre y sed, decidió que era hora de buscar alimento.
Con su poderosa visión, desde lo alto del firmamento, descubrió su caza, había para escoger, de diversas formas y tamaños. Descubrió que para aplacar su sed estaban los ríos que descendían desde las más altas montañas. Que para sofocar su cansancio no existía un reducto, como la guarida de aquel basurero, sino, todo el amplio horizonte de elevadas cumbres, donde sus riscos, que al amanecer y atardecer se tiñen de dorado, como imponentes balcones, ofrecen por compañía la suave brisa y la perpetua hermosura del valle.
Y sintió que había renacido, que otra vez era un cóndor y que su pasado no era más que una sombra de un mal recuerdo.

* Este cuento, realizado como un ensayo, tiene el objetivo de posibilitar el rescate de quienes se encuentran en situaciones de depresión económica que les lleva a vivir sumidos en un submundo ajeno a sus principios y valores

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El voto por la nueva constitución del Ecuador

Resulta muy elevada la suspicia de la promoción del voto constitucional entre ecuatorianos, tanto por el sí como por el no, puesto que se han presentado adalides tremebundos que pugnan y gritan por su preferencia, convirtiendo a sus hermanos en sus cuasi enemigos asérrimos, mortales.
Para muchos, votar por el SI, constituye uno de los más grandes privilegios, debido a las siguientes razones, independientes o conjuntamente consideradas:
- Respaldo al presidente Correa;
- Esperanza de cambios en el manejo de la cosa pública:
1- Tengo esperanza que me nominen a un cargo público
2- Ya no tendremos a los mismos de siempre usufructuando de los recursos públicos
3- Los ecuatorianos tenemos con esta constitución nuevas esperanzas de cambio en la gestión y mejoramiento en la distribución social de la riqueza.
Así mismo, el voto por el NO ha puesto al frente líderes que propugnan que el nuevo proyecto debe rechasarse lo cual induce la salvación de las "garras del infierno" para todos aquellos que han vivido en el cielo -o que se creen que ahí viven- desatando una ola de ataques furibundos en contra de quienes expresan su voluntad por el cambio constitucional.
Aquí vemos que sus razones tienen fundamentos diversos, como:
- La nueva constitución va contra los principios de la religión católica por presentar una apertura a la fe y creencias individuales, libertad de culto, y no señalar categóricamente el nombre de Dios como símbolo nacional, como la que estábamos acostumbrados.
- Va en contra de la vida por permitir el aborto, aunque únicamente sea con fines terapéuticos.
- Va contra la familia por señalar que el Estado protege toda forma de organización familiar, no sólamente la tradicional entre hombre, mujere hijos.
- Va a afectar su patrimonio al decir que el Estado velará por el aprovechamiento social de la riqueza nacional. Aquí creen que sus pequeñas pertenencias serán objeto de apropiamiento.
Entre muchas barbaridades como estas, los bandos no cesan de infundir sus criterios, con mentiras y tergiversados argumentos para convencer a sus potenciales seguidores.
Yo creo lo siguiente: Si voto por el SI, no implica que respaldo al presidente Correa ni a su partido ni a sus seguidores. Creo que es necesario un cambio nacional y, además, que lo expuesto en el proyecto tiene tanto absurdo que será necesario "lavarlo" para que sean válidos sus principios de interés nacional, pues contiene fórmulas e ideas no propias de nuestra cultura (bajo el supuesto de rescate de lo nuestro, se incluyen creencias, conceptos y supersticiones aborígenes e impulsa el conocimiento y uso de lenguas aborígenes "muertas", sin importar que los pocos indios que mantienen esos usos son tan esacasos que la mayoría absoluta de esos pueblos trata de incorporarse a la tecnología y modernidad que se encuentra vinculada con otros idiomas.
Por otra parta, considero que no es correcto proteger el sistema público del país por sus claras muestras de corrupción y fuente de toda serie de pillerías de parte de todos los gobiernos de turno cuyas muestras rebosaron tanto que fue necesario tomar acciones que descabezaron los gobiernos de Bucaram, Mahuad, Gutierrez a quienes poco les importó el bien nacional en pro de sus propios intereses, al extremo que se llevaban el dinero en costales.
Quién esté por una u otra opción constitucional, no debe ser sorprendido por quienes lideran sus tendencias de voto. Debe considerar cuál es el bien que tiene el país con la actual y cuál es el bien que se espera con la nueeva carta. Debe entender que el país no es de pocos, empresarios o no, sino que la constitución debe responder a principios de igualdad en los derechos y obligaciones, como se espera de una democracia madura.
Atrás de los líderes se encuentra siempre una canasta de mentiras que guían sus intereses. Esto debe tenerse en cuenta so pena de ser siempre tontos útiles para que los unos siempre gocen de los beneficios y los demás sean siempre esclavos de sus equivocaciones y sufran por su relegamiento con que las clases dominantes hacen el fundamento de sus satisfacciones.