jueves, 17 de diciembre de 2009

De la crisis a la Recuperación

EL PETRÓLEO EN LA VIDA ECONÓMICA NACIONAL

Econ. Darío E. Llerena Torres

EL DESCENSO HACIA LA CRISIS
A partir de los años 70 se inicia para el Ecuador la etapa petrolera que trajo un estímulo para la expansión económica y abrió las puertas para un desarrollo sostenido, acrecentando esta expectativa por la tendencia mundial a sobre-demandar hidrocarburos por lo que los nuevos recursos vinieron acompañados de situaciones de auge en que los precios alcanzaron niveles inesperados y se alcanzaron records en la extracción nacional.
Tal fue el atractivo petrolero que desde entonces hasta el presente, se han registrado innúmeros contratos con muchas compañías petroleras tanto públicas como privadas, extranjeras y nacionales, grandes y chicas, repartiéndose el territorio nacional en una verdadera lotización destinada a la exploración y explotación petrolera. Se han ido aplicando diferentes modalidades, como: los contratos de exploración y explotación, de participación, de asociación, de prestación de servicios, prestación de servicios específicos, etc. algunos de ellos con variantes que en definitiva siempre pretendieron, bajo el epígrafe de velar por los intereses nacionales, asignar al capital extranjero, fundamentalmente, una importante tajada de esta apetecible torta.
Sin embargo, la presencia del petróleo ha significado, entre otros aspectos, la pérdida de identidad de los sectores de actividad económica que siempre han sido la base de la riqueza nacional, muy a pesar de los enunciados líricos que han acompañado a la mayoría de gobiernos que se han sucedido en el poder. Se habló de la siembra del petróleo pero solamente se han venido cosechando ilusiones. Es así que las rentas petroleras, ingentes montos de recursos, fueron alegremente dispendiados posibilitando el disfrute de unos pocos mientras que la gran masa ha tenido que sufrir condiciones de dolorosa miseria.
Esto es comprobado solamente con recorrer el suelo patrio. Aún existen amplios sectores poblacionales, en el lugar mismo de donde se extrae la cuantiosa riqueza, que aún no pueden asistir a una escuela, que ésta escuela carece de los recursos mínimos, que estos niños se encuentran desnutridos porque la pobreza no permite un mínimo de alimentos nutritivos, ya que para sus padres no hay fuentes de trabajo porque nunca en esta zona existieron inversiones en actividades diferentes, no tienen agua potable, las vías de comunicación casi nunca fueron transitables y, además, se conforman con el techo que les prodiga la magnífica naturaleza, bastando para ello cruzar un par de ramas sobre unas pocas cañas de guadúa o de cualquier madera del monte. Y han aprendido a conocer el petróleo. Conocen que éste es a la vez Dios y es Diablo. Alzan la mano y si obtienen lo que piden es Dios y permiten hacer lo que las petroleras quieren, caso contrario es Diablo y entonces protestan y acusan de abandono y destrucción, y, lo único que buscan es mejorar sus condiciones de su casi vida. En este año de la civilización, pleno siglo XXI, lo señalado es verdad.
Y no hablo solamente de estos ecuatorianos, ciudadanos por Ley y, por tanto, sujetos de derechos iguales, constitucionalmente hablando. El país que se regodea con las rentas petroleras deja que su más valioso recurso de mano de obra salga a generar riqueza para otras naciones ya que el desempleo y subempleo (disfraz de empleo) son la constante más destacada, barriendo hacia un vórtice de angustia a, quizás, un 80 % de la población total, que ha sido llevada hacia la pobreza, aunque las estadísticas presentan que disminuye en el país.
La agricultura ha expulsado a sus campesinos que cansados de las pérdidas en sus minifundios o de carecer de tierras cultivables buscan en la ciudad nuevas oportunidades, y si es en Italia, España o Estados Unidos, mucho mejor. ¡A conquistar a los antiguos conquistadores! Cientos de miles o quizás millones de ecuatorianos se encuentran penando su miseria en el exterior. Para abastecer de productos agropecuarios los lujosos supermercados de Quito, Guayaquil, Cuenca y otras ciudades, es necesario importar lechugas, choclos, tomates, manzanas, peras, duraznos, frutas tropicales, hortalizas, legumbres, etc. Es que la producción nacional no sirve porque no cubre los estándares del consumo de las élites, y lo que es peor, casi no existe producción nacional o local.
No hay tierra apropiada, no hay canales de regadío, no hay abonos y si los hay son escasos ¿Y quién puede pagarlos? No hay una política agraria que apoye al agricultor con tractores, semillas certificadas, fertilizantes, mejores remuneraciones y lo que es más, precios justos.
La ganadería, salvo muy justificados hatos, sigue un facilismo irracional. Basta con asegurarse un espacio de selva o monte y abandonar el ganado joven para luego ir en su cosecha en uno, dos o tres años y se llaman ganaderos experimentados, sorprendiéndonos o admirando los adelantos ganaderos de otros países.
En el aspecto industrial hemos constatado que en lugar de tener empleados, invertir en maquinaria, tener que pagar impuestos e intereses sobre las inversiones, es más rentable traer calzado de China, Colombia, Chile, Perú, Brasil ya que estos son más baratos, de mejor calidad y hay suficiente producción, en contra de lo esperado de la producción nacional. Ahora se importan casi todos los productos industriales y hasta artesanales. ¿Por qué no comprar papel higiénico chileno, o de cualquier otro país, si el ecuatoriano es de mala calidad, y hasta más caro? Lo mismo ocurre con cualquier producto que veamos. Las fábricas han tenido que reducirse, cambiar de arte, emigrar o quebrar, superviviendo muy pocas (las marcas de hace pocos años ya no se comercializan). La pequeña industria casi va desapareciendo. La artesanía es solo nostalgia de los abuelos.
Esto sucede a pesar que en décadas anteriores se buscaron para el Ecuador estrategias de desarrollo autonomistas que perseguían la creación y desarrollo de las actividades agrícolas e industriales orientándolas hacia el auto sustento y la exportación, sustituyendo la tendencia a depender de las compras externas de productos.
En el país han aparecido instituciones financieras que no constituyen apoyo efectivo para la inversión. Cuando el ecuatoriano de escasos recursos decide volverse empresario, tiene muchas opciones ya que estos organismos ofrecen crédito fácil que incluso es ofrecido a domicilio para entregarlo de la manera más cómoda, fácil y rápida. Así mismo operan ciertas empresas comerciales de artefactos de uso doméstico, tiendas de surtido y atractivo encantamiento que se atiborran de clientes. Cualquiera que sea la forma del crédito que se utilice para estos pequeños tratos comerciales, la carga es deshonesta ya que el sujeto de crédito debe cubrir intereses que incluso sobrepasan del 80%, sin contar que en estos establecimientos, hasta a los empleados que incurren en errores propios de su gestión están en la obligación de cubrir hasta el último centavo de la ganancia del patrón.
De idéntica manera, todas las actividades económicas han sufrido una especie de regresión en las que más rápidamente se ha depreciado el trabajo. No importan las habilidades y capacitación, no importan los títulos, no importa la experiencia, la remuneración que se otorga por largas jornadas es insignificante. La mayoría de jóvenes graduados o sin graduar que se inician no pueden acceder a trabajos cuya remuneración sobrepase del 50% del monto asignado como canasta básica, porque simplemente se aprovecha de esta mano de obra y, además, no existen trabajos, dándose un sui géneris proceso de desnaturalización del trabajo en el sentido que donde mejor se paga al empleado es en el sector público. Esto se va acentuando a medida que pasa el tiempo y el gobierno descuida de la importancia de la creación de fuentes de trabajo, único medio válido para alcanzar niveles adecuados de satisfacción poblacional.
Vemos, en esta rápida ojeada, un país en serios problemas. Un país cuya riqueza natural fue desperdiciada en épocas pasadas y su efecto lo sentimos en la actualidad. Un lugar donde ha reinado la impericia, el desdén por la planificación, donde no era aceptada la inversión pública y donde se patentó una verdadera religión hacia la búsqueda del dinero especulativo en cuya misión increíbles estructuras financieras se desmoronaron arrastrando hacia un verdadero purgatorio a ingenuos ecuatorianos que confiaron en sus impúdicos sacerdotes
Nada de esto sucedería si el ecuatoriano no colocaría tiranos con ínfulas de reyezuelos en cuyas manos lo público, lo social, lo universal se ha torna propiedad de alguien.
Causal fundamental del desgobierno es la falta de políticas públicas y normas de gobernabilidad que guíen a los gobiernos de turno hacia la consecución del desarrollo económico y social del país. En una etapa reciente de nuestra vida económica se hicieron intentos de liberar las actividades económicas de la nación al libre juego de la oferta y la demanda, sin condiciones, creyendo ilusamente que estábamos en capacidad de rivalizar con países cuya economía estaba estructurada históricamente sobre una base agropecuaria, industrial, financiera y de servicios que les permite arrasar con los mercados de otros países que como el nuestro lo permiten.
Desde ese entonces se inicia el descalabro: se intentó desmontar todo el aparataje estatal, ninguna inversión podía ser realizada por el Estado; se abrieron las puertas a la empresa extranjera dándole incentivos como la libertad de sacar del país las utilidades y aún los capitales; el sector financiero se desbocó en una especie de festín, volcado únicamente hacia la expectativa demencial del rápido beneficio especulativo que ofrecían los mercados emergentes de los países orientales y del Caribe, recibiendo y pagando tasas de interés desaforadas que llegaron al 70% o más, dejando sin ninguna posibilidad a la inversión nacional que, al contrario, empezó a declinar paulatinamente y de forma acelerada.
El país de la actualidad pervive del petróleo. Los ingresos petroleros son la garantía internacional que avalizan préstamos de países e instituciones financieras externas, yendo en un altísimo porcentaje a satisfacer antiguas acreencias que se contrajeron para fortalecer la inversión privada y que finalmente crearon una cultura hedonista cuya apariencia era mostrada con casas, quintas y autos lujosos, viajes y vida licenciosa en sitios turísticos extranjeros, inmuebles caros en Miami, Nueva York, inversiones millonarias y cuentas secretas en bancos extraños, etc. El presupuesto nacional está sustentado en el alto precio del oro negro, a tal extremo que cuando éste fluctúa hacia una reducción, empiezan los temblores que preludian un gran terremoto nacional, una catástrofe. No existen fuentes de ingresos alternas al petróleo. Sabemos que hay y no las buscamos. ¿Cómo volver los ojos al campo, a la industria nacional, al trabajo productivo de los jóvenes, los profesionales, los expertos si no existen políticas públicas destinadas a tal fin?

DE LA CRISIS AL AUGE
Suponiendo una carencia del petróleo, ante su falta, veríamos que los campos adquieren un valor inusitado, que estos esperan de la participación integral de los ecuatorianos y que quienes se encuentran a él vinculados se merecen opciones de vida altamente cotizadas. Porque esta es la alternativa para el país. Entonces habría que cuidar cada puñado de tierra productiva. Las ciudades tendrían que retirarse y dejar que los prados ofrezcan sus frutos, dando preferencia al uso del agua para el alimento, la obtención de especies para procesarlas y mil usos que innegablemente brinda el campo.
Si faltara el petróleo, no tendríamos capacidad adquisitiva para importar. Tendríamos que desarrollar nuestras potencialidades para crear industrias y fuentes de riqueza nuevas. Tendríamos que crear ciencia y técnica. Que hermanarnos en el esfuerzo de mantener nuestra nación. Tendríamos que esmerarnos en ser prácticos orientando a nuestros hijos a que sus estudios se dirijan hacia el significado de la vida. Sería necesario que desarrollen iniciativas para transformar la materia prima en una nueva riqueza aprovechando las herramientas conocidas, con los fundamentos técnicos y científicos que se han legado y que han sido entregados para el servicio de la comunidad mundial.
La meta del país, aprovechando nuestra naturaleza pródiga y la laboriosidad ecuatoriana, lograr una nación superavitaria cuya abundancia nos llevará hacia una nueva forma de independencia y riqueza.
Esta es la esperanza del hombre y la mujer que sueña con sus hijos un nuevo día sin explotación, sin hambre, sin miseria, con orgullo y nobleza propios de quien goza disciplinadamente del gobierno de sus pertenencias.
Para ello es necesario distribuir adecuadamente los recursos disponibles. Y el Ecuador los tiene abundantes: petróleo, minas, selvas, montañas, ríos, valles, fuerza de trabajo, tecnología, ciencia propia y legada por muchos prohombres del planeta y experiencia. Tiene profesionales en todas las áreas del saber, maestros de las artes humanas y técnicas. Piezas de una maquinaria que organizada mediante una rigurosa planificación deberá realizar el milagro de llevar al país hacia el progreso y desarrollo integral que posibilitará reducir las brechas sociales entre ricos y pobres, disminuyendo los índices de desastre, como: desempleo, desnutrición, analfabetismo, insalubridad, mortinatalidad, pobreza.
Si ese es nuestro camino natural, la ventaja de tener los excedentes petroleros que la naturaleza nos ha brindado debe ser maximizada con mejores servicios, comunicaciones, técnicas laborales, de manera que se facilite el desarrollo de las demás actividades, las mismas que únicamente requieren un ordenamiento planificado y el establecimiento de políticas de Estado que orienten y definan los intereses individuales y estatales como guía a seguirse en tiempos venideros.

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